domingo, 5 de mayo de 2019

CRÍTICA AL PSICOANÁLISIS


CRÍTICA AL PSICOANÁLISIS

El psicoanálisis es una teoría psicológica que intenta explicar los impulsos instintivos reprimidos en el subconsciente. Fundada por Sigmund Freud alrededor de 1896, tuvo un gran éxito durante sus primeros años, sin embargo pronto surgieron a su alrededor multitud de críticas que cuestionaban su validez. Dos de los cuestionamientos a destacar serán los argumentados por Popper y Foucault (apoyado en Deleuze).

La crítica de Popper al psicoanálisis se basa en en considerar que el psicoanálisis no es más que una interpretación de una de una conducta ya interpretada por el paciente en su relato. A su vez, la intencionalidad de la conducta que el análisis interpreta, no podría ser inferida de la propia conducta al basarse en esta primera interpretación del paciente, que añade de forma inconsciente la intención a su relato. Para ilustrar esta teoría, nos basaremos en la siguiente cita de su obra Conjeturas y refutaciones

“Puedo ilustrar esto con dos ejemplos diferentes de conductas humanas: la de un hombre que empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo y la de un hombre que sacrifica su vida en un intento de salvar al niño. Cada uno de los dos casos puede ser explicado con igual facilidad por la teoría de Freud y por la de Adler. De acuerdo con Freud, el primer hombre sufría una represión (por ejemplo, de algún componente de su complejo de Edipo), mientras que el segundo había hecho una sublimación. De acuerdo con Adler, (…) No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías.”

Tal y como refleja la cita, sostiene que el psicoanálisis es una teoría que interpreta “casos”, que parecen poder reducirse, siguiendo sus ejemplos, a “conductas humanas”. Pero para Popper, el psicoanálisis ni siquiera se ocupa de la conducta humana. 

No obstante, sostiene que en la sesión analítica aparece algo relacionable con una conducta: el relato del paciente, tratado como contenido manifiesto. Sin embargo, como contraposición, defiende que lo que el paciente relata, por lo general, nunca es algo que pueda describirse como una “conducta”, pues lo que se cuenta, viene habitualmente “contaminado” con juicios de atribución intencional, elementos más o menos paranoides, declaraciones de ignorancia, estupores entre incrédulos e indignados, etc. 

El psicoanalisis realmente no interpreta conductas: ya que el relato del paciente constituye una primera interpretación que es más tarde interpretada por el psicoanálisis. Lo que podría denominarse una “conducta”, por el contrario, siempre es algo esquemático. Siguiendo el primer ejemplo popperiano: “un hombre empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo”, no cabría incluir la “intención de ahogar” en la descripción de una “conducta”. Una “conducta”, más bien tendría que limitarse a: “un hombre empuja a un niño al agua”, pues la intención no puede ser adscrita a la conducta.

Cuando Popper escribe “con la intención de ahogarlo”, la “conducta” del primer hombre ya está interpretada por la misma atribución de la intención. La interpretación freudiana, que aparece además en Popper como algo mecánicamente deducible de la “conducta”, no sería, en realidad, más que una sobreintrepretación de esa “conducta”, ya interpretada.

Por otro lado Foucault, en su obra La verdad y las formas juridicas, menciona el mito de Edipo,  y aunque es en Las palabras y las cosas, donde realmente elabora esta crítica en profundidad, tomaremos citas de el primero para continuar con esta crítica. 

Foucault considera, al hilo de las reflexiones de Deleuze, que el psicoanálisis se ha apropiado de dicho mito, el mito de Edipo, para intentar explicar algo interno al propio sujeto, que tiene que ver con su conducta, postulando cierta represión en el deseo. Ese esquema edíptico tan solo limita al ámbito familiar el deseo, siendo una construcción (fruto de la contextualidad histórica) que no puede darse como universal. La construcción de este esquema tendrá como finalidad la preservación de la sociedad y un control disciplinario relativo al deseo y al objeto que lo suscita en el ser humano.

Se trata por tanto de un esquema artificial, no natural, que como menciona en su obra “se considera una narración bastante antigua del deseo y el inconsciente humano”. Se pretende incorporar el deseo en una estructura familiar, ya que esta estructura fue definida en cierto momento por cierto orden burgués vigente en la época.

No sirve para expresar ni el inconsciente ni la represión del deseo acaecida en los seres humanos, sino que es “un instrumento de limitación y coacción que los psicoanalistas a partir de Freud utilizan para contar el deseo y hacerlo entrar en una estructura familiar que nuestra sociedad definió en determinado momento”, tal y como explica Foucault. 

En otras palabras, y según Deleuze y Guattari, no refleja el contenido “secreto” de nuestro inconsciente, sino que es una herramienta de coacción impuesta por el psicoanálisis, con el objetivo de imponer cierta cura a ese deseo e inconsciente. Por tanto, el psicoanálisis se configuraría como una forma de saber histórica, determinada por la contextualidad de la que nace. Este caso se ve reflejado en el mantenimiento de la estructura familiar burguesa, como elemento de la sociedad capitalista del momento. 

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